En palabras propias de Gonzalo Moure Trenor: ¡¡Muy bonito!!Hablar y escuchar:
Soy un poco vampiro. Me gusta acudir a bibliotecas, centros culturales, colegios e institutos para dar, pero también para llevarme algo: vida. Necesito poner cara a los ojos que se supone que leen mis libros. Los encuentros con mis lectores son de dos direcciones: de mí para ellos, de ellos para mí. Me horroriza el tópico del escritor que dice llevar “un niño dentro”. No llevo ningún niño, dentro, no estoy embarazado. Por eso necesito encontrarme con ellos con un libro como excusa, para conocerles mejor, para anotar en mi corazón sus opiniones, sus reacciones. Colecciono en mi memoria momentos inolvidables, como el niño de Madrid (Mario, ocho años) que definió así lo que había sido el encuentro: “No es una pregunta, sólo quiero decir que he entendido que los libros son caminos a la vida”. El pequeño rumano que me preguntó “por qué existimos”, el niño de Valladolid de siete años que me dijo que quería escribir un libro que se llamaría “El Hombre que me hizo Pensar”. Tantos y tantos. Y otros muchos que han entrado en mis libros directamente desde su aula, como Maíto Panduro desde su escuela de Noreña, Yarchik en el Síndrome de Mozart desde un instituto de Avilés, Paula, de Vegadeo, en Los Caballos de mi tío… O los que han sembrado en un encuentro la semilla de una novela, como el propio Maíto o el niño aragonés al que le debo El Remoto Decimal. Mi vida sería distinta sin los viajes que me llevan directamente al origen de la vida, a través de los encuentros.
Por todo eso quiero seguir haciéndolos, mientras el cuerpo aguante, como un “rolling stone”. Y quiero hacer el mayor número de ellos a través de bibliotecas públicas, para potenciarlas, para que se conozcan, para que se graben en las aceras que llevan desde la monotonía hasta la Casa de los Sueños. Y de clubes de lectura, esa nueva forma de leer en compañía. Sin más intermediarios, en compañía de los que dedican su vida a llevar a los demás hasta los libros.
Mi agenda es muy espesa, pero siempre hay un hueco para viajar hasta allí donde hay dos lectores que necesitan palpar la vida en los libros, para compartir, para dar, y también para atrapar. La vida. Para leer más AQUÍ
Por todo eso quiero seguir haciéndolos, mientras el cuerpo aguante, como un “rolling stone”. Y quiero hacer el mayor número de ellos a través de bibliotecas públicas, para potenciarlas, para que se conozcan, para que se graben en las aceras que llevan desde la monotonía hasta la Casa de los Sueños. Y de clubes de lectura, esa nueva forma de leer en compañía. Sin más intermediarios, en compañía de los que dedican su vida a llevar a los demás hasta los libros.
Mi agenda es muy espesa, pero siempre hay un hueco para viajar hasta allí donde hay dos lectores que necesitan palpar la vida en los libros, para compartir, para dar, y también para atrapar. La vida. Para leer más AQUÍ
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