¿Quién es Anna Ajmátova? Es la que, antes de casarse por primera vez, escribió: “Quiero morirme.” Es la que tuvo con Nikólai Punin “una intimidad inhumana”. Es la esfinge, la reliquia del pasado, a la que criticaba Maiakovski. Es la que, en un cuarto frío, durante una charla literaria que duró una noche entera, cambió la vida de Berlin: “Tú y yo somos como una montaña. / Jamás volveremos a vernos en este mundo.” Es la amiga de Lidia Chukóvskaia. Es de quien se quejaba su hijo Lev, “Mamá no me escribe, y eso me aflige” […] no piensa en modo alguno ni se preocupa por mí, ya que se considera un ángel”. Es la enferma, la del hambre. Es la orgullosa. Es la que dijo: “Creíamos que éramos pobres, / que no teníamos nada, / hasta que fuimos perdiendo / todo, una cosa tras otra.” Es la prohibida, la que memorizó. Es la que bebía vodka con Brodski en su dacha de Komarovo. Es la resistencia. Es la poeta. Es a quien Naiman llevó un ramo de narcisos al sanatorio Domodedovo, cerca de Moscú, el día 5 de marzo de 1966, y a quien ya no encontró, su cuerpo blanco y largo bajo una blanca sábana, su voz ya quieta.
Anna Ajmátova. Anna de todas las rusias.
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