Begoña Abad de la Parte. Cómo enseñar a volar
Elvira Lozano
"A los 50 me nacieron alas", dice Begoña Abad. Y este pequeño verso contiene todo lo que después nos va desgranando, poema a poema, el manual de vida que es Cómo aprender a volar.
Durante 50 años, Begoña vivió una vida que no era la suya: madre y esposa abnegada, mujer sujeta al papel que la historia reservaba entonces a las mujeres. Sólo en la poesía, que era su refugio, conseguía vivir. Jeanette Winterson, en su reciente libro de memorias ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? afirma que la poesía no es un lugar para esconderse, sino un lugar para encontrar. Esos 50 años de búsqueda cristalizaron en una colección de poemas que giran en torno al amor, amor a los hijos, a los padres, al amante, a los otros, y a una misma. "He cambiado radicalmente de vida. / Antes vivía con tu soledad. / Ahora vivo con mi compañía". La compañía de Begoña también nos acompaña a nosotras, sus lectoras.
Begoña se emancipó con 50 años, después de una vida de madre y esposa abnegada con la poesía como refugio. "Dejaron de pesarme los senos / y los pensamientos que cargaba desde niña"
Begoña se emancipó con 50 años, "dejaron de pesarme los senos / y los pensamientos que cargaba desde niña", consiguió un humilde trabajo en una portería, y una vivienda en el último piso de la casa, desde donde puede divisar los tejados de Logroño. Como el gato de su vecina, que se asoma sin vacilar al alféizar en el octavo piso, se asoma ella también, con idéntica actitud: "Nos parecemos bastante, / a mí también me gusta / bordear los límites / del patio en el que vivo".
Desde esa altura que es sabiduría pero no vanidad, Begoña se convierte en una madre sabia, en una mujer sabia. No es la escritora, la poeta, ella dice: "soy la que escribe". Y lo que escribe solo es posible escribirlo tras haber vivido. Es la suya una poesía que nace de la experiencia, pero que nada tiene que ver con la corriente llamada así, "poesía de la experiencia", egocéntrica, postmoderna e intrascendente. Su poesía, expresada con un lenguaje depuradamente sencillo, está enraizada en lo perenne.
La voz de Begoña, pero también cualquier voz poética auténtica, nos sirve como compañía perfecta para ese vuelo imperfecto que es la vida. Aunque tardamos en descubrir que en nuestro interior reside nuestra mejor maestra. "A las alas les enseñé a volar / desde mi mente que había volado siempre".
Nos veremos por los tejados, Begoña.
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